lunes, 12 de octubre de 2009

Son las tres de la mañana y me paseo como un león enjaulado

Son las tres de la mañana y me paseo como un león enjaulado, estoy frente a su casa y le debo matar.
Bastará con que salga, con que escuche un ruido afuera y salga. Mirará con cautela, para ambos lados. Esperará un momento pues le andamos buscando. Mucho tiempo hemos esperado, convencidos de que cada minuto quemaba su reloj como él mismo quemó nuestros sueños. Nos sacó de nuestras camas a las 3 de la mañana, un día de octubre de dictadura, nos desnudó y golpeó lejos de nuestro hogar, de todos los hogares. Era un hoyo negro de angustia y derrota, donde nos mantuvimos vivos y cuerdos a pesar de la tortura, de los llantos al amanecer, y de lo que pasó después. Después, cuando los vimos salir libres, cuando los vimos reír, cuando no pagaron sus culpas. La ley del Talión, escribió Tomás Guevara, la costumbre del talión en las tribus de Arauco se pierde en la noche de los tiempos. No cabe duda que al arribo de los conquistadores peninsulares se hallaba en pleno vigor, si se toma en cuenta algunos pasajes o frases alusivas a esta regla consuetudinaria que deslizaron los primeros cronistas (1). No cabe duda que los años de injusticias se apagan con una bala. Mis compañeros han llegado ya, veo las linternas que se esparcen por la plaza, bastará con que prenda la mía y la haga parpadear tres veces. Entonces un conjunto de fotones desencadenarán sorprendidos una serie de circunstancias totalmente ajenas a ellos: Viajarán en su doble condición de partículas y ondas por el medio, atmósfera terrestre, hasta la retina del ojo de de Juan, que para la instancia ha decidido llamarse “cuervo 1”, y provocarán que el cerebro de mi amigo le dé una orden a su mano derecha. Cuervo hará una llamada telefónica, Oscar tomará su posición. Tres estallidos de linterna, bolsita amarilla de fotones, harán junto con mi mano una sabia decisión. Las lanzaré como piedra, más bien como voz, un eco me devolverá el sonido cuando esté todo listo y el viejo de mierda salga a su patio y quede dentro de mi rango de tiro... será sólo entonces cuando haga mi mas grande acción. Los léxicos antiguos lo definían así: “
Thavlonco, chavlonco, la pena del talión, de cabeza por cabeza o de tanto por tanto; thavlonco, pagarla”. Viene de trav “correspondencia o retorno” i de lonco, cabeza (2). Exactamente donde depositaré mi justicia. La de todo mi pueblo, porque fue golpeado, asesinado y desaparecido. Soy el martillo y la condena, soy el juez supremo que tomará en sus manos la justa venganza. No me guían espíritus de grandeza, sólo de fiereza, no es venganza irracional, es justicia legítima por mil muertes cometidas, es mi mano y una bala, pero son todas las manos de un pueblo que dispara.
Son las tres de la mañana y me paseo como un león enjaulado, estoy frente a su casa y le debo matar.

J.A. Muñoz


(1) Tomás guevara, Historia de la Justicia Araucana, Cap II El talión i la venganza.
(2) Febrés, Calepino chileno-hispano.

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